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DESPUÉS DE más de un siglo, la estructura escolar no ha cambiado mucho; CASI NADA. photo: getty images.

¿Educación sin Escuela?

¿Será que la escuela ha perdido su rol preponderante dentro de la educación? ¿Lo tuvo alguna vez?

por H. Martin Miranda

hmartinmiranda.com

Publicado: 2014-04-08

¿Cuáles fueron las experiencias de aprendizaje más significativas de tu vida? Recuerda dos o tres de ellas por unos minutos y luego responde estas preguntas: ¿Sucedieron en un aula? ¿Sucedieron en la escuela? ¿Están relacionadas directamente con alguna materia escolar (ej. matemática, lenguaje, historia, biología, arte)? ¿Sucedieron a través de un educador, entrenador, líder religioso u otra figura de autoridad similar? Si la respuesta a una o más de estas preguntas es “no”, no te angusties. Muy a menudo, con muy pocas excepciones, las experiencias de aprendizaje que consideramos más significativas para nuestra vida no sucedieron como resultado de un proceso intencional de enseñanza-aprendizaje. Es más, probablemente, ni siquiera fue necesaria la mediación de alguna imagen de autoridad para alcanzarlas. Entonces, ¿para qué vamos a la escuela? ¿Por qué existimos los educadores? 

Naturalmente, este cuestionamiento no debería desanimar ni hacer desistir a quienes tienen la Educación como vocación. Por el contrario, propone echar un vistazo a la escuela y a nuestra labor dentro de ella para preguntarnos hasta qué punto “escuela” y “educación” intersectan en dirección y objetivos. De hecho, la educación representa un espacio más amplio que el de la escuela. Involucra todos los procesos y contextos en los que el aprendizaje sucede. Este hecho implica que la educación podría estar ocurriendo con mucha mayor frecuencia en la vida cotidiana del alumno que en el mismo salón de clases; incluso a través de algún juego, alguna página web o algún documental de televisión por cable. ¿Será que la escuela ha perdido su rol preponderante dentro de la educación? ¿Lo tuvo alguna vez? Y si ha perdido su lugar, ¿por qué los padres siguen delegando la pesada carga de la formación integral de sus hijos a las escuelas? ¿Qué estamos haciendo – como educadores, como padres, como autoridades – para lograr experiencias de aprendizaje significativas para la vida presente y futura de aquellos que están bajo nuestra orientación y cuidado?

En realidad, la escuela no es una institución imprescindible para la educación. De hecho, algunas alternativas actuales como el homeschooling están promoviendo devolver el rol formativo al hogar. En efecto, era precisamente la familia, conjuntamente con la sociedad, la que asumía la educación de los niños antes de la introducción de la escuela al sistema. La escuela surgió como una necesidad social de uniformizar la instrucción en las generaciones crecientes y de preparar al niño para el mundo laboral adulto. Sin embargo, en lugar de asemejarse más al mundo real, el modelo educativo de muchas escuelas ha terminado por aislar al alumno de la realidad, creando una burbuja en la que se le transfiere información de manera segmentada y rígida. Inclusive los padres se han convertido en meros observadores del proceso; clientes que únicamente vienen para presentar alguna queja o pedir información sobre el producto que han encargado a la escuela. En resumidas cuentas, la escuela moderna – y en especial la pública – no ha crecido más allá de ser centros aislados de instrucción donde hasta los valores son conceptos que estudiar y no conductas que emular de los docentes y de la misma estructura social de la escuela. Pero “enseñar” no es “decir”, “aprender” no es “reproducir”, y “educar” no es “transferir conocimiento”.

Si la escuela no es imprescindible para producir experiencias de aprendizaje significativas para la vida, ¿qué hacemos para darle un lugar más preponderante? Para promover experiencias de aprendizaje de valor para la vida presente y futura de niños y jóvenes: (1) Primero, necesitamos padres que asuman su papel irrenunciable e indelegable de formar a sus hijos, y que participen activa y mancomunadamente con la escuela en el proceso educativo. (2) Asimismo, necesitamos que la escuela vuelva a ubicarse completamente dentro del marco de la educación. Para ello, necesitamos escuelas que desde su misma estructura y filosofía se constituyan en modelos fehacientes del mundo real: diverso, ecléctico, contrastado y hasta conflictivo; pero armonioso, integrado, tolerante y de infinitas posibilidades. Necesitamos escuelas abiertas que tengan la condescendencia suficiente para trabajar de manera colaborativa con la comunidad y con los padres, quienes son los verdaderos responsables del desarrollo de sus hijos. Además, necesitamos escuelas con modelos educativos que permitan al alumno asumir las riendas y la responsabilidad de su desarrollo, y que provean de oportunidades para que el alumno tome decisiones sobre su propio aprendizaje de manera gradual y progresiva. (3) Finalmente, necesitamos docentes con un interés genuino en el alumno y su aprendizaje, con un entendimiento claro de las necesidades y potencialidades individuales de cada uno, y con la disposición de trabajar coordinadamente con padres y otros docentes en la labor de ayudar a cada alumno a alcanzar su máximo potencial. Necesitamos docentes íntegros e instruidos, pero conscientes de su propia necesidad de seguir creciendo.

¿Puede haber educación sin escuela? Sin duda alguna. Pero teniendo a nuestra disposición espacios y profesionales para tal fin, no perdamos la oportunidad de hacer que la experiencia escolar contribuya más significativamente al desarrollo del individuo y de su entorno.


Escrito por

H. Martin Miranda

Educador y coach. Aficionado al fitness, la música, el ánime, la tecnología y otros males semejantes. Nómada.


Publicado en

Di-Vagando

Preguntas, ideas y reflexiones al paso.